Ser nombrado Poeta Laureado de los Estados Unidos por la Biblioteca del Congreso, una de las instituciones culturales más sólidas de ese país, es un momento cumbre en la vida de cualquier escritor y mucho más si, como en esta ocasión, tal honor se le otorga a un chicano.
Juan Felipe Herrera, poeta, hijo de inmigrantes mexicanos trabajadores en los plantíos de uva, tomate y cítricos del Estado de California, recuerda su infancia entre las duras faenas del campo y las canciones de cuna de su madre y las melodías que su padre entonaba con la armónica. Recuerda que al calor de las fogatas que cada noche encendían los campesinos, su imaginación se pobló de historias de la Revolución Mexicana y quizá fue en esas noches, hasta sin saberlo, donde se definió su vocación por el arte.
A sesenta años de aquellas faenas agrícolas y de la música junto al fogón, Juan Felipe no sólo tiene el reconocimiento del congreso estadounidense, sino también el afecto y la admiración de la gente de ‘la raza’, de la numerosa comunidad hispana de los Estados Unidos. Con él, los ‘chicanos’ tienen ahora un gran reconocimiento cultural, el ‘mojado power’.
Antropólogo egresado de la Universidad de California en Los Ángeles, con posgrado en la Universidad de Stanford, el poeta divide su tiempo entre su jefatura del Departamento de Artes Creativas en la Universidad de California Riverside y su lucha porque su comunidad se exprese mediante el arte.
En una reciente entrevista, Juan Felipe Herrera, al hablar de su trayectoria, señaló que más allá del ámbito chicano, él no busca llevar su obra al mundo, sino convivir con éste. Además de las letras y de su trabajo docente, es músico y caricaturista. Él se tiene como hidalgo que blande sus poemas para derribar molinos de viento y llevar, con sus canciones, calidez a los menos afortunados.
Según la crítica literaria, en su lírica convive el ilegal y el ciudadano norteamericano común, en la que las canciones de su madre y las historias revolucionarias de su padre se reflejan en el sentimiento y en las ideas. “El mérito de Juan Felipe Herrera –se abunda- consiste en su renacentista entendimiento de las letras como medio para elevar el espíritu por encima de cualquier obstáculo”.
Basta mirar sus ojos avispados detrás de sus espejuelos para entender que en ellos está el espíritu inquebrantable de aquel chico México-americano que trabajara con ardor en los sembradíos californianos y que hoy es Poeta Laureado de los Estados Unidos. Por Flor Tapia
Cada día somos más ilegales
Todavía el árbol de durazno se alza
y cae con y sin fruta.
Los pájaros la comen, gorriones pelean.
Nuestro desierto arde con basura y drogas
y también respira y brotan vid y maguey.
Leyes pasan. Leyes con muros científicos,
celdas de detención.
El esposo con el hijo y la esposa,
la hija que desposó a un ciudadano
quedan atrás, rotos y destrozados.
Desempolvados en un apartamento para
lidiar con el día y sus enigmas.
Una ley tras otra.
Mexicano. Indio. Espíritu exiliado
Migración. Cielo.
El pasto es podado y soplado por una máquina.
Las banquetas están vacías y limpias
y el Halcón de Hombro Rojo
contempla, desde un domo abandonado,
un campo vacío.
Todo es entre la luz.
Cada día esto cambia un poco.
Ayer indigente y sin papeles,
Alberto partió hacia Denver
en un autobús Grayhound, dijo,
donde no te revisan.
Caminando y trabajando
bajo la plateada oscuridad.
Caminando y trabajando
con nuestra mente,
nuestra vida.
(Versión de Francisco Pinzón)
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