Francisco Pinzón
“Tanto por el Papa
como por el Rey,
beben todos sin ley”
Carmina Burana
Protestamos. Porque tenemos una necesidad inherente de hacerlo, porque nunca estamos conformes, porque somos insaciables, protestamos. Porque somos raza belicosa que ha sobrevivido a todo, en parte, por no dejarse someter; porque somos rebeldes, complejos y coléricos, protestamos.
Protestamos levantando la voz e imprimiéndola, aunque innumerables poetas, periodistas y oradores nos hayan sido arrebatados por las sucias manos de los tiranos que pensaron que acabando con el hombre destruirían sus ideas. Protestamos.
Acaso por preceder a toda lengua y ser la más añeja compañera de nuestra raza, la música tiene un lugar especial en la historia humana y en lo que toca a la protesta, en Latinoamérica, la memoria inmediata nos lleva a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés quienes, entre otros, dieron melodía a nuestras inconformidades sociales y políticas de los setentas y ochentas –y aún ahora-, convirtiéndolas en arte. Sin embargo, allende nuestras latitudes se hay otras voces y ritmos que también dicen “protestamos”.
El origen de la llamada música de protesta no tiene, por así decirlo, acta de bautismo, aunque, sin embargo, a partir del siglo XI se documentó en distintas partes de Europa la labor de los juglares, trovadores errantes que llevaban a la población mayormente analfabeta el conocimiento y los sentires de otras tierras. Cronistas del humor popular, los trovadores fueron de tal relevancia que, aun cuando en el siglo XIII la polifonía había acabado con muchos de ellos, en el norte de Francia surgió la Escuela de los Troveros, mezclando dicho arte con las singularidades de los países a los que se extendía.
En ese mismo siglo se suman a la música de protesta los goliardos, frailes vagabundos propagadores de ideas nuevas y que independizaron la música de la liturgia. Sus melodías, orgullosamente profanas, hacían apología del placer y criticaban sagaz e implacablemente la corrupción y el abuso del poder eclesiástico del medievo. Entre sus obras más destacadas están Carmina Cantabrigensia, Carmina Rivipullensia y Carmina Burana, que fue musicalizada siglos después por Carl Orff.
“Agrupémonos todos,
en la lucha final.
El género humano
es la Internacional”
L´Internationale
Después de la obra musical del protestantismo en el siglo XVIII y del romanticismo alemán, siempre inquisitivo del optimismo ilustrado, el movimiento revolucionario gestado en Francia dotaría a la música de protesta de sus dos obras más emblemáticas: La Marseilleise y L’Internationale. La primera, un excelso llamado a las armas en defensa de Francia, fue compuesta en 1792 por Rouget de Lisle y aunque desde 1795 fue elevado a himno nacional francés, fue prohibido durante el imperio y la restauración.
Después, durante la III República fue reinstaurado, pero en el lustro de 1940 a 1945 fue vetado de nuevo hasta la caída de fascismo. L’Internationale fue escrita por Eugéne Pottier en 1871 y musicalizada por Pierre Degeyter once años después. Desde entonces, en plena Revolución Industrial, a esta obra se le considera el himno oficial de la clase trabajadora mundial. A su vez, la Revolución Rusa presenta un interesante mosaico de música de protesta: Chaikovski aludía los cambios por venir y Rimski-Kórsakov sentenciaba la era zarista y en las calles, el pueblo ruso coreaba la Rabóchaya Marselyeza, la Marsellesa Rusa, un hermoso texto de Piotr Lavrov acompasado con la música del himno francés.
En tanto, nuestro país vivía su guerra de revolución. Entre la matanza y la metralla, el mexicano común, oprimido e iletrado, entonaba “La Cucaracha” contra Victoriano Huerta y celebraba los triunfos revolucionarios con melodías como “La marcha de Zacatecas”. Entonces, “La bola”, el movimiento social más grande en la historia de México, de forma violenta y sanguinaria, triunfaba… al menos en aquél momento, y su triunfo tenía los acordes de la tambora y la charanga.
Más al norte del Rio Bravo y poco más de treinta años más tarde, un suceso inesperado detonaría la protesta musical a niveles históricos. En 1956, un joven cantante originario de Mississippi llamado Elvis Presley se presentó en el programa televisivo de Ed Sullivan y cambió la manera de protestar de todo el planeta. El Rock and Roll, de forma pandémica, invadió la cabeza de los jóvenes del mundo, ávidos de rebeldía. Con la televisión, la radio y demás medios masivos, la juventud se rebeló con o sin causa justa. De pronto, los músicos negros de los Estados Unidos tuvieron acceso a los medios que progresivamente masificaron su causa.
Lo mismo ocurrió en distintas partes del mundo. La guerra de Vietnam, la Guerra Fría, la seductora ideología socialista, la guerrilla centroamericana y los conflictos bélicos en África, hicieron de la década de los sesenta del siglo pasado un hervidero de emociones y lamentos que se musicalizaron. Los tiranos de Chile, Argentina y México, por nombrar apenas algunos casos, perpetraron impunes genocidios que dieron pie a incontables canciones que aludían a los hechos.
En España, el régimen franquista acabó con poetas y músicos que se atrevieron a exponer al dictador y a soñar con la justicia social. Así, la década de los sesenta y setenta fue dejando una sangrienta estela de desapariciones globales y un sinfín de movimientos sociales narrados y musicalizados por artistas fallecidos y sobrevivientes. Es en esta época cuando la trova cubana y sus distintas vertientes comienzan a enamorar a las masas iberoamericanas con cantos exquisitos a la libertad.
“Puedes someterme
pero nunca domarme”
Megadeth
Así, apenas empezados los ochenta, de los Estados Unidos vino un medio que iba a revolucionar la forma de ver la música, dicho de manera casi literal. En 1981, el canal por paga MTV (Music Television) se convirtió, casi de inmediato, en el referente mercadológico más codiciado debido a su penetración sin paralelo. Éste fenómeno no tardó convertirse en la ventana del mundo hacia diversos géneros musicales así como distintas filosofías. Tal vez la primera gran canción de protesta en la era MTV fue Sunday, bloody Sunday de la banda irlandesa U2, en la cual se alude a la matanza de catorce manifestantes irlandeses a manos de tropas británicas en la ciudad irlandesa de Derry. Como lo hicieran Bob Dylan y The Beatles décadas atrás, el gran éxito comercial de U2 confirmó que la música de protesta no era ajena a la comercialización masiva.
Con los años, Music Television se cimentó como la opción definitiva para la exposición de la música mundial y a la vez, para la difusión de ideas, pues en medio de tanta banalidad, el planeta tuvo acceso a la obra de artistas de otras latitudes con causas y sentimientos poderosos. A principio de esa década, en Argentina se protestó contra la dictadura con tintes musicales que iban de Mercedes Sosa a Ataque 77, pasando por León Gieco y Carajo. En los Estados Unidos decenas de artistas se unieron para grabar el sencillo USA for África con el propósito de recabar fondos para ayudar a Etiopía y Somalia, cosa que meses más tarde devino en el evento Live Aid, un festival trasatlántico con el mismo fin.
En ese mismo año, la comunidad musical internacional se unió de nuevo para grabar Sun City, una protesta contra el régimen del apartheid. Mientras tanto, en tierras africanas se popularizaba el Toyi-Toyi, combinación de música y danza que, adoptado por la facción armada del Congreso Nacional Africano se usaba para ejercitar y levantar la moral de los guerrilleros.
“Tiene que empezar en algún lugar.
Tiene que empezar en algún momento. Qué mejor lugar que éste.
Qué mejor momento que ahora”.
Rage Against The Machine.
En 1990, la caída del Muro de Berlín fue ambientado por Pink Floyd, creadores del álbum The Wall, cuya canción Another brick in the Wall es una obra maestra contra la opresión. Un año después, el descontento generacional se plasmaba de forma brutal por Nirvana en su legendaria Smells like teen Spirit y The Cranberries se consagraban con Zombie, tema que versa sobre el conflicto de Irlanda del Norte y protesta contra un atentado del Ejército Revolucionario Irlandés perpetrado en Warrington, Inglaterra.
En México la música de protesta si bien se abarataba en su presentación, encuentra fortaleza en su rudeza. Lejos quedaron las melodías de Violeta Parra y en su lugar bandas como Resorte y su “Opina (de política) o muere”. De pronto, los jóvenes coreaban versos como “Puto: El que nos quita la papa (y) También todo el que lo tapa”.
En aquella década las calles de Los Ángeles parieron una amalgama de hip-hop, Heavy Metal y furia chicana llamada Rage Against the Machine. Con letras bravas, incisivas y sumamente inteligentes, acompasadas de melodías rabiosas y elaboradas, RATM se aleja de los versos tradicionales y usa su obra, ruda y primitiva, para obligarnos a escuchar su mensaje.
“Escribí con mi sangre en cada calle.
Hicimos escuchar a los que no podían.
Derribamos todas las barreras.”:
Amir Eid
El internet fue el siguiente salto en la evolución tecnológica y desde entonces, las cosas se aceleraron. Contamos con tecnología que todo lo registra y la omnipresencia de los teléfonos celulares nos permite transmitir sucesos desde casi cualquier rincón del planeta. Estos días digitales nos brindan herramientas como YouTube, poderoso aliado de la canción de protesta que nos ha acercado al sentir árabe con la canción Rais Lebled cantada por El Presidente, artista tunecino encarcelado y liberado después de la dimisión de Zine Abidine Ben Alí.
Actualmente, la canción de protesta más escuchada a nivel mundial es Sout al Horeya de Amir Eid. Con más de dos millones de vistas en YouTube, la balada expone la injusticia del gobierno egipcio y el espíritu inquebrantable de su pueblo. De igual forma empezamos a escuchar la voz de Corea del Norte. Ciudades como Jongju, Yongchon y Sonchon son las primeras en protestar organizadamente a pesar de los esfuerzos del dictador Kim Jong II por reprimirles. Al respecto, la banda Blur se ha unido a la causa norcoreana con la canción Pyongyang.
Mientras, los ciudadanos del mundo sigamos luchando contra un enemigo que cambia de rostro. Usamos todas las melodías y los idiomas que conocemos para unirnos y al hacerlo, nos reencontramos con nuestras voces originales. Así, los goliardos siguen sonando a través de las letras profanas de juglares cibernéticos de todas nacionalidades nos alientan a procurarnos de ideales. Es así como resistimos, es así como aun protestamos.
Cuando despiertes un día
y sientas que no puedas más,
que en el nombre del de arriba
tu vida van a manejar
Si sientes que el miedo se pega a tu piel
por ser comunero y justicia querer
si te rindes hermano, por ti nunca pensarás
Mago de Oz/ Fiesta pagana
Para comentar debe estar registrado.