Desde hace cuatro años, cuando iniciara la crisis económica en Grecia, los gobiernos europeos, tanto los socialdemócratas como los conservadores, han señalado que la aplicación de medidas de austeridad es la única vía para contener la explosión de la deuda pública en ese país. Además, insisten en que sólo así se evitará una repetición de la crisis financiera global de 2008. Los gobiernos europeos se han aferrado a esa idea, en particular el de Ángela Merkel, en Alemania. En contraparte, la postura de la izquierda europea ha sido la de rechazar tales ideas por el enorme costo social, que deriva de su aplicación.
> Juan Carlos Arriaga-Rodríguez. Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Quintana Roo
En apariencia, las negociaciones entre el gobierno griego y sus acreedores fue, en el fondo, entre ideologías económicas; fue un encuentro entre el populismo que rechaza las medidas de austeridad y el neoliberalismo que las defiende. De esta manera, el reciente acuerdo de reestructuración de la deuda entre Grecia y la Troika (nombre despectivo con el que se llama al grupo formado por el Parlamento Europeo, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) es calificado, más que otra cosa, como la victoria del neoliberalismo sobre el ideal populista.
Contrario a esta interpretación simplista de los hechos, el arreglo para aliviar la crisis económica griega es más complejo de lo que parece, pues tiene dimensiones políticas y geoeconómicas que deben ser consideradas para entender por qué la Troika logró imponer sus condiciones al gobierno griego.
El acuerdo de renegociación alcanzado entre el gobierno de Alexander Tsipras y la Troika no fue un rescate de la economía griega (tan sólo por los términos de la política de austeridad que deberá asumir ésta), ni la protección de la Zona Euro (porque el bloque no desaparecería con la salida de Grecia). Se trató en el fondo de la reafirmación de la hegemonía económica de Alemania sobre Europa. El acuerdo confirma que Alemania le ha dado prioridad a sus intereses financieros y políticos sobre los intereses y necesidades de la Unión Europea, pero sobre todo, de solidaridad con el pueblo griego.
Entre el dogma y el compromiso social
De acuerdo con Mark Blyth , profesor de economía política en Brown University, la tensión entre el Estado y el mercado es una contradicción propia del liberalismo, en el sentido de que el Estado puede intervenir en los mercados y regular la actividad económica; pero también es indispensable para garantizar la existencia de la propiedad privada y, por lo tanto, del desarrollo del capitalismo.
De esta contradicción en las funciones y competencias del Estado surge la división en el pensamiento económico liberal: por un lado están los economistas John Stuart Mill y John Maynard Keynes, que proponen considerar la intervención y regulación estatal de la economía como un mal menor que garantizan mínimos de justicia social; y por el otro, los racionalistas neoclásicos y los fundamentalistas-dogmáticos de la escuela austríaca, quienes defienden la tesis de un Estado mínimo y ausente en las relaciones económicas.
El abandono de las ideas del keynesianismo en los años setenta y el auge del pensamiento neoliberal en la década siguiente influyeron en la percepción de la gente de que la crisis actual radica en el Estado interventor y benefactor; y que eliminarlo es la única solución para corregir y evitar que las crisis se repitan.
El dogma de la austeridad como el único camino para la prosperidad social o para salir de la crisis económica subyace en la postura de los gobiernos deudores europeos. Mientras en que la postura del gobierno griego -hasta la capitulación de julio- está a favor de medidas de gasto público que incluyen mayor la inversión productiva, promoción del consumo interno, e incremento del ingreso y el empleo.
Sin embargo, más allá de las diferencias en teoría económica, el arreglo de reestructuración de la deuda griega lo resolvió el juego de intereses económicos y políticos de la cleptocracia financiera global, la oligarquía conservadora europea y la Troika. Este grupo se encargó de alimentar las presiones, chantajes y amenazas sobre el gobierno griego. Siempre sostuvo que la realidad económica obligaría a Atenas a aceptar las condiciones para aliviar las presiones de la deuda externa. Para ese grupo es fácil afirmar que aceptar la realidad económica es lo que mejor conviene a los deudores, sobre todo cuando esa realidad sólo opera a favor de los acreedores.
Neoliberalismo o muerte
El concepto económico austeridad sirve para denominar al conjunto de medidas de política económica, de tipo recesivo, que se imponen a las economías nacionales en crisis. Según Mark Blyth, este tipo de medidas ha fracasado en su objetivo de reducir la presión de la deuda externa sobre las finanzas públicas, ha dañado la actividad productiva y ha deteriorado los indicadores de bienestar social.
Los efectos perniciosos de las políticas de austeridad se observan en Grecia desde 2009, cuando se aplicara la estrategia de reducción del gasto público para cumplir con los pagos de la deuda externa. Las medidas de austeridad iniciaron ese año, justo cuando comenzó la caída del PIB, incrementó el desempleo y aumentó el número de la población que vive por debajo de la línea de pobreza. En seis años, entre 2008 y 2014, la caída del PIB tuvo una tasa de contracción acumulada de 25.24%. En consecuencia, la relación deuda-PIB creció 3.29%, al pasar de 173.813% en 2013, a 177.1% en 2014.
La austeridad no es equitativa, pues los recortes golpean con mayor dureza a las clases media y baja. En Grecia, antes de que el país recibiera el primer paquete de rescate en 2008, la tasa de desempleo era del 7.65%; una vez aplicadas las primeras medidas de austeridad en 2010, el desempleo no ha dejado de crecer, y para el segundo trimestre de 2015 el indicador llegó a 25.6%, situación conocida en ese país sólo en los tiempos de las guerras mundiales.
Por si fuera poco, en los últimos cinco años han ocurrido caídas sostenidas en los salarios reales. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, esta caída no ha servido para mejorar las exportaciones y se concentra en actividades económicas de poco valor agregado como la agricultura, el turismo y el sector público. Como consecuencia, agrega la OIT, la pobreza aumentó en más del doble en el mismo período, pasando de 20% en 2008, a más de 44% en 2013. Las medidas de austeridad no están diseñadas para reactivar el empleo, pues suponen que la contracción salarial es un efecto temporal que se superará en la medida en que mejore la productividad y se logre el equilibro de las finanzas públicas.
Por otra parte, en Europa el modelo económico está basado en la experiencia alemana, el cual se sustenta en una moneda fuerte, inflación mínima, un Estado poco intervencionista y crecimiento económico generado por las exportaciones de productos industriales de alta tecnología incorporada (piense en las características de un auto alemán).
El primer problema es que el euro elimina la capacidad para imprimir o devaluar la moneda, de manera que el gobierno griego no tiene campo de maniobra para corregir sus problemas en balanza comercial a través del tipo de cambio. El segundo es que los países no pueden generar superávit en su balanza comercial al mismo tiempo. En la realidad sólo algunos conservan saldos comerciales favorables durante muchos años, mientras que muchos deben lidiar con déficit crónico en su balanza, como es el caso de México, dicho sea de paso.
Por lo anterior, ante la imposibilidad de convertir a Grecia en Alemania y la simulación de que las medidas de austeridad estimularán la producción interna y mejorarán las condiciones de vida de la población, la gran mayoría griega apoyó al partido de izquierda, el Syriza, en las elecciones de enero de 2015, y luego apoyaron el “No” (61 %) aceptar las condiciones de la Troika para renegociar la deuda en el referendo del pasado julio. Acto seguido, Tsipras decretó el cierre de bancos para impedir que los retiros masivos y la fuga de capitales hicieran colapsar al sistema bancario. El llamado “corralito griego”.
El acuerdo del “demasiado poco y demasiado tarde”
Poco después, para destrabar las negociaciones, Tsipras aceptó la renuncia de su ministro de finanzas, Yunis Varoufakis, y aceptó todas las condiciones impuestas por la Troika a cambio de un paquete de ayuda y la restructuración de la deuda, que alarga los períodos de pago, aunque sin mengua al capital ni reducción de la tasa de interés.
Tsipras aceptó el plan de austeridad que desde el principio demandaba la Troika. El plan incluye: privatización de activos públicos, incremento de impuestos: reducción de salarios en el sector público; recorte a pensiones, incluido un aumento de la edad de retiro a 67 años. La Troika también logró el compromiso de que el parlamento griego aprobaría rápidamente el plan de austeridad. Cabe la duda: si Alexander Tsipras siempre se pronunció contra las medidas de austeridad exigidas por los acreedores europeos ¿Por qué capítulo ante la Troika?
La reafirmación de la hegemonía alemana
El paquete de medidas de austeridad impuestas a Grecia son denominadas como ‘paquete de rescate’. En la idea de rescate se supone auxilio, ayuda y protección temporal a un país que se encuentra amenazado o afectado por alguna contingencia. En el caso heleno nada de esto ocurrió, Se les impuso una lista de condiciones para garantizar el pago de su deuda externa.
Durante los meses que duraron las negociaciones, la derecha europea, los gobiernos de los países acreedores y la Troika insistieron en afirmar que el proyecto europeo estaba seriamente amenazado por la irresponsabilidad económica del gobierno griego. Decían que esa actitud sólo llevaba a un final: la retirada de Grecia de la Eurozona, el Grexit.
El Grexit no ocurrió y Tsipras entregó la soberanía de su país con el plan de austeridad diseñado en Alemania por la Troika, y protegió ese plan con una legislación aprobada al vapor por el parlamento griego. La derecha y esquiroles de Syriza aprobaron el paquete de austeridad sin debatir las consecuencias sociales de su aplicación, ni tampoco reconocieron que su cumplimiento será vigilado con lupa por la Troika. Fue el fin de la autonomía económica griega en el marco de la Unión Europea.
Los duros términos para cumplir con la deuda, establece el cambio de bando de Alexander Tsipras. Por ello, una parte del partido Syriza lo considera un traidor y ha iniciado las medidas para convocar a nuevas elecciones y destituirlo del gobierno y las posibles elecciones se realizarían en septiembre u octubre de este año. Mientras tanto, Tsipras ha estrechado su alianza con el partido derechista Griegos Independientes, e incorporado en su gabinete a los líderes de este partido, en sustitución de sus ex camaradas de izquierda.
Por otra parte, las políticas de austeridad aplicadas en Europa no sólo han dañado las condiciones de vida de los ciudadanos, también ha estimulado el surgimiento de partidos como Syriza, en Grecia o el Podemos, en España. Estos partidos son una molestia para la oligarquía. Sus discursos renuevan los valores y anhelos de igualdad, solidaridad y justicia que dieron origen a la Unión Europea. De esos partidos, y de la diversidad de movimientos sociales que hay en todos los países europeos, se generan las fuerzas que pueden remodelar la Eurozona.
A pesar de que el paquete de austeridad impuesto a Grecia canceló en apariencia la posibilidad de que este país salga de Eurozona, lo cierto es que ha aniquilado los ideales del proyecto de integración europea; ha acabado el ideal de la convergencia gradual a una Europa de naciones iguales.
La idea de una Europa igualitaria es un elemento material y simbólico indispensable para que Europa pueda competir contra las otras potencias. Los valores democráticos e ideales igualitaristas que la Unión Europea ha pregonado a los países de la antigua Unión Soviética pueden ser contrarrestados por las promesas de la Nueva Gran Rusia de Vladimir Putin.
Asimismo, la ruta que siguió la crisis de la deuda griega ha servido para delimitar el mapa geoeconómico y geopolítico de Europa. Por un lado, quedó claramente demarcado el heartland (espacio vital) de la Unión Europea (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Italia, Luxemburgo y Suecia), y su vorderland o periferia (Chipre, Eslovenia, España, Grecia, Irlanda, Malta y Portugal), en donde la Troika ha recetado la medicina de la austeridad.
Hay que tener presente que la Unión Europea continúa inmersa en la crisis financiera iniciada en 2008, la cual no fue debida al sobre-endeudamiento de los países de la periferia europea. La amenaza real se encuentra en la vulnerabilidad y tamaño de las entidades financieras europeas, lo cual amenaza la supervivencia del euro y la estabilidad monetaria de la región. El problema es que la banca europea es demasiado grande para ser rescatada, como ocurrió ya con la banca estadounidense.
Alemania es la principal economía de Europa, tiene el sistema bancario más poderoso y es la que más se beneficia del euro. Según un estudio del BCE, el 50% de los casi 400 mil millones de euros anuales del PIB de la Eurozona son para los alemanes. El acuerdo de renegociación de la deuda griega es más una medida de reafirmación hegemónica de Alemania que el discutible rescate económico de un país aliado.
Los alemanes han instaurado un discurso centrado en la virtud de la austeridad y la abnegación, una postura casi ideológica que les ha permitido congelar salarios durante los últimos quince años. Esta idea es la base que guía su política económica, y que le ha permitido consolidarse como potencia industrial exportadora y financiera en la región del euro.
En este sentido, oír la llamada de solidaridad del gobierno de izquierda en Grecia hubiera tenido un grave costo político para Ángela Merkel y su partido. Hubiera frenado las políticas de austeridad en la periferia europea, y fortalecido a los movimientos de izquierda que se oponen a este tipo de medidas. En lo financiero, las presiones especulativas sobre el euro hubieran generado fuertes pérdidas para su sistema bancario.
La renegociación de la deuda griega tiene un alto valor político en Alemania. De hecho, lo firmado con Grecia ya tiene uso propagandístico, destinado en lo básico al electorado anti-izquierda y pro-sistema en Alemania, pero que se replica en otros países.
Falta por saber el desenlace de la crisis política en Grecia, donde la izquierda del Syriza, ya pide la cabeza de Tsipras. Las protestas callejeras están por venir, sobre todo porque en el referéndum de julio los griegos “No”, y el acuerdo firmado por Tsipras es, no se le puede llamar de otra manera, una traición.
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