Cultura Colectiva
«La noche para mis ojos se ha acabado, las tinieblas de mi inteligencia se han transformado en luz transparente, ella es hija de corazón, de espíritu, de edad, la pasión ardiente, la esperanza, la ilusión y el amor sobre todo me enfurecen como un formidable huracán en medio del desierto. Ahora que percibo que sufro y soy sensible a todo, tengo sed de todo lo que es bello, grande y embriagador. Con un ardor extremo, una ilusión loca de juventud y de vida, quiero hacer vibrar mi cuerpo, mi espíritu hasta los últimos sonidos».
Nahui Olin, À dix ans sur mon pupitre
Esas son las letras de Nahui Olin a los diez años de edad en páginas que ya mostraban su inteligencia, su profunda curiosidad y su alma rebelde. Textos que compilaría y publicaría en 1924 en «À dix ans sur mon pupitre» (A los diez años sobre mi pupitre) dedicado a Marie-Cresence, la maestra que guardó y cuidó cada uno de sus textos al detectar en la niña Carmen Mondragón más que una habilidad literaria, una sensibilidad fuera de lo ordinario.
«¿Quién te agita, oh, espíritu mío? ¿Es el amor? Es la sed feroz de comprender, de saber más hasta llenar el inmenso vacío, hasta sobrepasarlo completamente. Tú amas, tú crees amarlo todo y nada te basta. Quieres sumergirte en los pensamientos de Pascal, Voltaire, Renan, Platón y Aristóteles para saciar tu razón, para practicarla, para engrandecerla, para animarla de una vida que le es necesaria, para demostrarle que el pensamiento humano es infinito, que ella puede seguir aprendiendo, sabiendo, sintiendo, razonando, que nada le bastará, y que al final de mi carrera no habrá aprendido, sabiendo lo que habría podido aprender. Quiero vaciar en mí misma hasta los últimos jugos de las bellezas del arte de las obras humanas; sí, quiero sentir lo que todos han sentido. Después de haber aprendido hay que aprender, siempre. Me moriría de dolor si se me privara de esta vida intelectual, de toda fuente de filosofía, poesía, juicio, estudio, razonamiento; seguramente moriría disecada como una planta sin aire».
Nahui Olin, À dix ans sur mon pupitre
Así, desde los diez años nos envuelve en sus composiciones cíclicas de poderosa redundancia, y pasaría toda su vida, en sus letras y sus pinturas, reconociéndose, retratándose y demostrando que no es solamente fue la mujer más bella de su tiempo, sino la más libre artista que México ha conocido, porque más allá de sus cautivadores ojos verdes existe una genialidad creativa y un amor por la ciencia. Como pintora y escritora tiene un tema común: la libertad del ser femenino; consciente de que ser mujer es una conjunción compleja y densa de cuerpo y espíritu, o en sus palabras: de amor, cerebro y carne.
No, Nahui no era la doliente poesía erótica encarnada y retratada por Rivera, ni fue simplemente el volcán amante de Murillo, ni tampoco era la musa capturada por Weston y Garduño. Aquella violencia misógina ejercida sobre su nombre que la historia reduce a la mujer exótica y loca, se refleja en que solemos conocerla por quienes la retratan, pero no por lo que ella escribe sobre su propio ser, obras que hoy en día es casi imposible conseguir a pesar de los esfuerzos por la difusión de su obra.
¿Qué es lo que dice ella de sí misma? ¿Qué dice ella de lo que los otros han dicho sobre sí?
Esa es la pregunta que exploró la escritora Sandra Lorenzano en la conferencia «Energía cósmica. Las letras de Nahui Olin» realizada en el Museo Nacional de Arte en el marco de la exposición «La mirada infinita» y que publica en un texto del mismo nombre. Lorenzano explora su prosa poética desde apuntes en su estilo como el hecho de que en lugar de comas suele usar guiones o diagonales como si permanentemente abriera nuevos temas e ideas contenidas en las frases mayores, y que sus poemas son escritos con versos cortos – a veces de una sola palabra por línea- y de marcada cadencia rítmica. Desde «Óptica cerebral, poemas dinámicos» en 1922 hasta su último libro «Energía cósmica» publicado en 1937; Nahui se cuestionó, analizó y desnudó más que frente a cualquier cámara o pincel.
Por eso, en sus letras desciframos quién era Nahui Olin y cuáles son las razones que la convierten en una de las mentes más enigmáticas del arte mexicano, porque Nahui tiene su propia versión de sí misma, al escribir parte siempre del «yo», de su propia interioridad, y desde allí se sumerge en temas del pensamiento universal como la vida, la muerte, el conocimiento, la filosofía, la ciencia, el espíritu.
Cómo era Nahui Olin «retratada» en sus letras?
Tenía una insaciable sed por saber más
«Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed de esos mundos nuevos que voy creando sin cesar,/ y de las cosas,/ y de los elementos,/ y de los seres que tienen siempre nuevas fases bajo la influencia de mi espíritu,/ y mi cuerpo,/ que tienen siempre loca sed,/ inagotable sed de inquietud creadora que juega con los mundos nuevos que voy creando sin cesar y con las cosas que son una y que son mil,/y con los elementos,/y con los seres que me dan insaciable sed y que no sé si tienen algo de sangre, /algo de carne /o algo de espíritu,/ que sirven de juegos intermitentes a la sensibilidad de mi materia, /y mi espíritu tiene siempre loca sed, /pero loca sed de él mismo, /de crear, /poseer /y destruir con otra creación de mayor magnitud que la que destruyó /y mi espíritu tiene loca sed que nunca se extinguirá porque su personalidad única no permite comunión o posesión alguna de igual magnitud/ y en vano,/ en esos mundos nuevos que voy creando sin cesar en las cosas, /en los elementos, /en los seres les propaga voluptuosamente caricias de apreciación exterior, /las penetra, /las palpa en su carnosidad y las muerde hasta beber su sangre sin conseguir más que una grande locura de insaciable sed/ y de esa sed admirable nace el poder creador, /y es fuego que no resiste mi cuerpo,/ que en continua renovación de juventud de carne /y de espíritu/ es único/ y es mil,/ pues es insaciable sed/ y mi espíritu,/ y mi cuerpo tienen siempre loca sed.»
Se manifestaba a favor de la reivindicación de la mujer
«Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve– son la Iztatzihuatl,
en su belleza impasible,
en su masa enorme,
en su boca sellada
por nieves perpetuas,–
por leyes humanas.–
Mas dentro de la enorme mole, que aparentemente duerme, y sólo belleza revela a los ojos humanos, existe una fuerza dinámica que acumula de instante en instante una potencia tremenda de rebeldías, que pondrán en actividad su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía.– Y la mortaja fría de la Iztatzihuatl se tornará en los atardeceres en manto teñido de sangre roja, en grito intenso de libertad, y bajo frío y cruel aprisionamiento ahogaron su voz; pero su espíritu de independiente fuerza, no conoce leyes, ni admite que puedan existir para regirlo o sujetarlo bajo la mortaja de nieve en que duerme la Iztatzihuatl en su inercia de muerte, en nieves perpetuas».
Publicado en Óptica cerebral. Poemas dinámicos
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Era intensa incluso en su manera de amar
«Para mí, para ti, ya no habrá ayer ni mañana –para nosotros dos sólo hay un solo día: la eternidad del amor y un solo cambio: más amor –amor que se transforma en más amor, donde no hay ayer ni mañana, sólo un espacio infinito –un día donde la noche no existirá sino para amarnos –una noche que será más luminosa que el día mismo cuando nuestras carnes se junten- es nuestro destino».
Carta a Dr. Atl
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Conocía el poder de sus ojos
«El verde de oblicuos agujeros/ que de un rostro es lo que todos miran/ y los que lo miran no saben por qué se extrañan,/ y miran dentro con el sólo deseo de mirar, /y sólo ven, /y sólo saben, /y sólo creen que son verdes agujeros oblicuos/ que se ven sin mirar el rostro/ y que recuerdan piedras verdes,/ colores raros/ sin término de comparación /no penetran la potencia de expresión/ la vibratoria inquietud,/ la constante rebeldía de un espíritu, /de un cerebro en acción dotado de millares de fibras microscópicas sensibles al tacto de todo átomo viviente, /de toda su materia en toda su esencia/ tal cual es el mismo en su substancia,/ y sobre todo, /y con mayor interés a través de su interpretación cerebral viviendo en segundos eternidades /y por sus profundos oblicuos agujeros verdes todo lo que su mirada abarca todo lo sumerge en densidades verdes /y es el verde de oblicuos ojos más inconmensurable que el verde ojo de la tierra/ el mar; /porque el mar es puramente un elemento físico/ y el verde de oblicuos agujeros es el débil reflejo de un elemento superior/ el espíritu de un ser».
Publicado en Óptica cerebral. Poemas dinámicos
Exaltaba los placeres del cuerpo y disfrutaba la libertad sexual: el goce de su eros
«Perfora con tu falo mi carne –perfora mis entrañas- desbarata todo mi ser –bebe toda mi sangre- y con la última gota que me quede escribiré esta palabra: te amo».
Carta a Dr. Atl
No era religiosa, pero sí profundamente espiritual en un amor por la humanidad
«Ahora sé que amar es gozar,/ es sufrir,/ al mismo tiempo/ sé que el placer viene de un deseo/ de dejar salir/ un poco de nuestro infinito/ por nuestra carne embriagada del placer del espíritu/ que deja salir el deseo /que es un placer embriagador /y hace gozar, /sufrir /y al mismo tiempo, /sufrir, /llorar, /mucho tiempo/ por la humanidad que/ viene de un deseo de placer que hace sufrir,/gozar/ al mismo tiempo /y sé que amar/ es la humanidad».
Su ambición artística la convertía en coautora de sus retratos
«Yo poso para los artistas que hacen cuadros siempre nuevos,/ cuando poso /y todas las veces yo soy otra cosa que ellos no han visto todavía, /y ellos se atormentan con nuevos cuadros /que pintan para ser una sola cosa /que es mi espíritu derramado en mi cuerpo escapándose por mis ojos, /y ellos se atormentan con razón haciendo nuevos cuadros/ cuando poso/ y aporto siempre una nueva cosa /que es mi espíritu derramado en mi cuerpo /saliendo por mis ojos para posar/ para los señores que hacen siempre conmigo/ nuevos cuadros».
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Era una mujer independiente y libre
«Independiente fui/ para no permitir pudrirme sin renovarme;/ hoy independiente, pudriéndome, me renuevo para vivir/ los gusanos no me darán fin/ son los grotescos destructivos de materias sin savia, y vida dan, con devorar lo ya podrido del último despojo de mi renovación/ y la madre Tierra me parirá y naceré de nuevo/ de nuevo ya para no morir/ de Asia, América, África y Europa será independiente el que en su fosa de muerto viva/ el que responda a mi supremo llamamiento a la última reunión de los independientes/ el definitivo hasta mañana para la cita del vivir/ grabará en su lápida estas palabras:/ independiente fui para no permitir pudrirme sin renovarme;/ hoy independiente/ pudriéndome/ me renuevo para vivir».
Fragmento del texto Sobre mi lápida en Energía cósmica
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“De amor- cerebro y carne he sido hecha –tres cosas indefinibles- incomprensibles para los hombres – mi inconformidad es el tormento que me aísla y me desvía de la vida en la que la mediocridad limita la adaptación y encuentra conformidad”.
Si en los retratos la cámara la reducía a un ser común, Nahui extraordinaria, se rebeló en sus letras con una pasión por cuestionar al infinito, encarnando una fuerza de renovación continua. Los temas de los que escribe aún poseen vigencia en la actualidad, ella era incendiaria, característica que los hombres admiraban en su cuerpo pero temían en sus letras. Quizá por ello la historia la ha callado y condenado, pues como señala Sandra Lorenzano «quién puede resistir vivir con una camisa de fuerza, simbólica o real, durante toda la existencia. Quién puede resignarse a ser considerada un objeto decorativo cuando tiene tanto para decir».
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