Muchas veces, por la fuerza de la costumbre, nos expresamos sin tener en cuenta el poder de la palabra. «Las palabras tienen poder: animan o lastiman, abren o cierran puertas, proporcionan inquietud, paz y tranquilidad. Las palabras curan o hacen daño. Las palabras tienen sabor, textura, volumen. Las palabras son el reflejo de nuestro corazón, de nuestra alma, de nuestros pensamientos».
¿Quieres saber cómo es una persona? Oye con atención sus expresiones, sus conceptos; escucha sus anhelos, sus emociones sus sueños y sus angustias. Escucha cómo plantea los problemas de la vida diaria.
Las palabras tienen modo, forma, actitud, intención y sin cuidado ni freno, causan un daño irreversible. Por eso es importante cuidar nuestros pensamientos, lo que hablamos. Dios nos dio dos oídos y solo una boca. Usémosla en esa misma proporción, es decir, escucha más y habla menos.
Recordemos a Mahatma Gandhi quien dijera: «Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras; cuida tus palabras porque se volverán actos; cuida tus actos porque se hacen costumbres; cuida tus costumbres porque forjaran tu carácter; cuida tu carácter porque forjara tu destino… y tu destino será tu vida».
Hay profesiones o actividades en las que, por sus características, el uso de la palabra requiere de mayor cuidado como en el caso de políticos, gobernantes, profesores, médicos o clérigos. En ellos el buen uso de la palabra es vital. El cuidado de sus palabras se verá reflejado en el valor de sus resultados.
Fuente: poramoramiestado.blogspot.mx
Para comentar debe estar registrado.