Nicolás Durán
A principios de semana, luego de fiestas familiares y deportivas, México enfrentó dos noticias alarmantes: una, el encierro en jaulas, como animales, de niños mexicanos en el sur de Estados Unidos y la otra, la aprobación legislativa de la privatización del agua del país al son de que con ello se protegerían nuestras reservas del líquido, lo que ya fue refutado por voces autorizadas como la de la universidad nacional.
El arresto de los niños allende nuestra frontera norte hubiera sido omitido por el gobierno de no ser por la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la que protestó por la apertura de “campos de refugiados” para los menores, donde Washington viola acuerdos internacionales en la materia. De no ser así, seguiría el silencio oficial, aunque viendo la pobrísima calidad de sus tardías protestas, da lo mismo.
Estas notas, que generan una gran irritación y exigen una amplia explicación oficial, dan a Morena y sus candidatos muchos más votos que la mejor proclama de López Obrador pues hacen evidente, por un lado, el vergonzoso temor de nuestro gobierno frente a los amagos de Donald Trump y, por el otro, la malicia oficial al valerse de días feriados para “operar”, como dicen en el argot del hampa, la privatización del agua.
Una parte sustancial de los millones que votarán por el Movimiento de Renovación Nacional no lo harán por creer en las ofertas del líder de la oposición, sino porque es obvio que por la ruta del partido oficial y sus socios, México va al abismo. Sin menoscabo de López Obrador, en buena parte el cambio se dará porque la gran mayoría mexicana está harta de un gobierno como el actual, tan rapaz como ineficiente.
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