Sergio Gomez Villarreal
Eran las doce cuando me avisaron tu llegada, cuando llegaste a la vida. Como en un tiempo aparte escuché el anunció de los labios de esa mujer, la enfermera, que me daba la noticia mas importante de mi vida, sin dejo alguno de entusiasmo. Acababa de nacer Zoe, acababa de nacer mi hija…
Ese día, lunes 4 de enero, tenía que volver al trabajo luego de las tradicionales vacaciones de invierno, pero de improviso todo cambió con tu llegada. El mundo ya era diferente para mí. El primer mes del año hoy tiene un significado distinto.
Siempre me pregunté que se sentiría tener un hijo, si era real que el hombre cobra conciencia de su paternidad al instante mismo en que ve a su criatura; si estaría preparado o si sería para tí como fue mi padre conmigo. Todo me lo había preguntado, hasta si sería tan detestable el cambio de pañales.
Tras el vidrio de espera, al final de un pasillo sólo decorado con los vestidos rosa de la niña y la madre, entre olor a hospital y carteles de salud, me hice todas estas preguntas, menos una: ¿Es así como comienza un amor eterno?
Dos kilogramos 950 gramos; 50 centímetros, parto natural, en la información médica. De eso a verlas, una eternidad.
Es cierto que a veces el segundero se niega a moverse rápido, es más, simplemente a moverse. Pensé en Brisa, tu madre, mi amiga, mi amante, mi esposa. Recordé la primera señal que nos dijo que la planificación sólo nos había fallado por un mes y también el día en que ambos escuchamos, por primera vez, el tenue latido de tu pequeño corazón.
Casi no escuché los gritos de la enfermera llamándome para verte. Entre el revuelo de familiares, apareciste despacio en brazos de Brisa. Hubo mucha luz en la sala.
Aguanté las ganas de rápido tenerte en mis brazos y abrace a mamá en un íntimo gesto de humildad ante semejante milagro de vida. En un beso le confesé mi ansia por verte.
– Mira, vela. Está hermosa, se parece a vos.
¿Quien dijo que no existe el amor a primera vista?
En este momento todo desapareció. No hubo más enfermeras, ni vestidos, ni combinaciones, ni carteles. No hubo nada más que tú y yo, mi hija y su padre.
Son las dos de la mañana mientras escribo mis recuerdos. Zoe viene del griego y en su significado mas simple… Es difícil decir lo que siento sin utilizar metáforas o sin recurrir a frases tan trilladas como «lo mejor que he hecho en mi vida». La retomo, la ajusto, me la apropio: Lo mejor que he hecho… no. Eres mi vida, eres Zoe. Bienvenida.
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