Tras leer un artículo gozosamente humano e inspirador de la periodista Denise Dresser surgió la idea de hacer un llamado público, amplio, para en este espacio el lector pueda publicar las razones por las que ama a México: recuerdos, sabores, personas, paisajes; vida, en fin.
Zita Finol

El título formal de esta nómina de vivencias y recuerdos –Carta Abierta Para el Rescate de México- de la que aún se desconoce su largura cabal ya que dependerá del eco que tenga entre los lectores, es pues un llamado para rescatar a nuestro país por medio de la evocación sonriente, del alegre recuerdo propio que se vuelve colectivo, y que a modo de potente antídoto puede luchar contra la sombra que opaca la luz de nuestro país.
La invitación está abierta…

…Ante la pregunta cierro los ojos un momento y trato de concentrarme. La respuesta no es fácil como tampoco lo es definir el amor, que no el enamoramiento.
La imagen que viene a mi mente es la de una muy larga convivencia entre una pareja que ya no se dice te quiero, te necesito, pero constituye mutuamente una parte esencial del vivir del otro. Es la respuesta dada sin pregunta, la mirada que explica, reclama o comprende sin necesidad de palabras. Es la aceptación total de errores y defectos del compañero o compañera junto con los logros obtenidos después de duro combate, los dones naturales ya asimilados; una aceptación tan natural como los humores del cuerpo o el rose de la piel. Es el conocerse, el convivir.
Algo así es amar a México, conocer su pasado ancestral y una parte de él, grande o pequeña, llevarlo en las venas; reconocer sus etapas y aceptarlas porque son el cimiento de su presente. Saber y sentir sus errores, los momentos de sus fallas al igual que los de sus logros, reconociendo que ambos, en mucho, fueron fruto de las circunstancias y de la época;  avances y retrocesos hasta que formar su presente, porque amar a un país es amar y en ocasiones odiar o detestar pero nunca menospreciar a los habitantes que lo constituyen, entre ellos a nosotros mismos.
Para analizar la psicología del mexicano, espejo en el que se mira el país, tenemos el Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz; para cantarle y dibujar sus bellas regiones, sus contrastantes y características, hay grandes poemas como la Suave Patria, de Ramón López Velarde. Yo sólo sé que tiene olores, sabores, risas, sueños y cantos, fracasos y frustraciones que junto con el llanto se esconden tanto en viejas vecindades como en modernos edificios; llanto que se filtra en canciones, en música que brota del rasgueo de la guitarra que lamenta el desgarre de una relación, evoca la figura de la amada o la dicha de romances pasados, como antaño reflejó la lucha revolucionaria.
Es aceptar la buena o mala elección de los gobernantes idos y sus consecuencias, así como también nuestras fallas ciudadanas, incluso la cobardía y la indiferencia, ese temor que nos lleva a tratar de salvar nuestros pequeños logros y no defender nuestros derechos y reclamar la libertad de elección para volverla activa. La valentía ciudadana que emana del cansancio acumulado del abuso de los mandatarios, de la ruptura de la indiferencia habitual y se convierte en el motor de nuestro avance y nos trae al punto de la celebración del Bicentenario. Hemos dejado atrás la Independencia y la Revolución, ahora somos este México y hemos de enfrentar lo bueno y malo acumulado para poder seguir adelante.
Este es el México que amo, asilo de logros y deficiencias, de la ignorancia y el talento que en él brotan como semillero; con la esperanza presente aunque soterrada, en un marco de diferentes costumbres y tradiciones, por el logro de un futuro mejor que ya incluye la comprensión de que es el ciudadano común, el que debe labrarlo sin esperar que aquellos que lo guían, se lo proporcionen.

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