> DANIELA PALACIOS

Si bien es cierto que en el campo del texto visual nos adentramos en una infinita variación de posibilidades expresivas e interpretativas, que no necesariamente pueden ser codificadas, andar sobre las aguas de la representación abstracta lo es aún más. Sabemos que toda imagen artística es intrínsecamente polisémica, pero ello no implica que no podamos sumergirnos en la experiencia fundamental que ofrece la creación artística.

Arlén Sánchez nos invita a recorrer una Travesía cíclica, donde el comienzo se enlaza, en armonía, con un nuevo ciclo (no final) que pudo, posiblemente, iniciar como caos o confusión. Nos conduce, pieza por pieza, sin dejarnos desprovistos de recursos pictóricos que entrelazan cada obra con la siguiente para así ir avanzando por los momentos de su trazo, de su travesía.

Cada una de las obras representa, con su propio lenguaje, momentos de autoobservación del movimiento y el proceso interior que intercambia el pensamiento con las emociones. Leer el metarrelato de una imagen, sin duda, es siempre subjetivo. ¿Desde dónde expresa el artista su narración visual y desde dónde la interpreta el espectador? Allí, en ese espacio, se genera un puente de percepción individual que convierte a la pintura, de Arlén en este caso, en un sinfín de lecturas posibles, pero que pueden ser recibidas por el espectador a partir de las elecciones que ella ha hecho para la construcción minuciosa y detallada de su obra, he aquí el debate eterno: ¿somos capaces de hacer una observación legible de su texto pictórico? Pues el arte es a menudo una obra abierta (dijera Umberto Eco) que termina siendo completada por quien la mira, la decodifica, la re-crea.

El arte es un modo de comunicación que se desliza de uno lado al otro de los hemisferios del cerebro y del sistema nervioso, echando mano de herramientas y sistemas aprendidos, y dando pincelazos que provienen del inconsciente, trenzando ideas y emociones, oficio e improvisación.

Se vuelve legible una obra cuando nos presentamos ante ella de modo vacío, abierto e inocente, como los niños, y dejamos que los colores nos lleven, al igual que las estructuras que subyacen tras las imágenes, la sutileza de las líneas y la fuerza de los trazos, las rupturas de los espacios o los contrastes y acentos en las tonalidades, por citar sólo algunos aspectos que pueden conformar un cuadro.

Arlén Sánchez va creando, con cada línea y cada trazo, un trabajo de placentera y profunda lectura, desarrollar nuestra capacidad de ver es guardar un poquito de silencio mental y abrirnos a nuestra total percepción.

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