El 2019 fue un año particularmente especial para la talavera en México, esto después de que esta artesanía poblana fuera nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. 

El motivo detrás de esta decisión, que fue tomada en Bogotá —ciudad que ahora recibe al comité especial—, de acuerdo con las palabras de la representante de México: 

«es la representación material de nuestra identidad, misma que es compartida con los artesanos de Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo, municipios de España». Expansión

Los orígenes de la talavera

Si bien actualmente es identificada como una artesanía propia de México, ésta llegó a nuestra región en el Virreinato a través de herencia española —de ahí la mención de los pueblos de Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo en la cita inmediata anterior—. Sin embargo, en 1995 ésta fue protegida con una Denominación de Origen debido al sincretismo entre el trabajo prehispánico y el español que dieron como resultado las piezas que actualmente conocemos. 

Talavera, piezas de arte que cuentan más de una historia 1

Del mismo modo, los lugares tradicionales en los que se ha producido y aún se produce la talavera son Atlixco, Puebla, Cholula y Tecali, además de un pueblo en Tlaxcala: San Pablo del Monte, de acuerdo con la información publicada por Expansión.

Datos fundamentales sobre la talavera y su paso por el Franz Mayer

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La cerámica de talavera es una técnica que le ha dado vuelta al mundo, y ha estado presente desde hace siglos. Cambia un poco en las manos de cada artista, en cada taller, en cada país y época en donde se utiliza, pero es esencialmente la misma. Por ejemplo, en el 2016, en la exposición del Museo Franz Mayer: Talavera Poblana. Pasado y Presente, fue posible ver el viaje, los cambios, los usos y las implicaciones del arte en cerámica; desde sus orígenes hasta la actualidad, pasando por impensables, y aparentemente inconexos, sucesos y relaciones, y también cómo todo alrededor de ella cambia, ya sea en los contextos de su producción, en los acabados y detalles; en lo que significa o en las formas que puede tomar.  

Siguiendo con la exposición, en una de las últimas paradas, se mostró la producción y el estado actual de la Talavera Poblana; después de haber visto todas las fases de su historia, los lugares y los siglos de los que proviene y su significado, podemos observar las esculturas de cerámica de un grupo de demonios. La forma es la misma: una repetición, pero es el toque de la pintura lo que termina por separarlos completamente. Convierte al grupo de esculturas de cerámica en objetos individuales: la característica que rompe el molde.

Estas esculturas sirven como reflejo de todo lo que estaba en la exhibición, son una especie de microcosmos: lo que sucede con estas figuras se repite en todas las piezas acomodadas en los estantes y colgadas en las paredes. La técnica y el material se han mantenido durante un milenio; una trayectoria que toma influencias de China, de Europa, de Bagdad, de Puebla antes y después de la Colonia. Esta cerámica, aunque vaya tomando prestadas características de tantos lugares y culturas, se va definiendo a sí misma. Es a la vez la suma de todas las partes y cada parte por separado. Un rasgo definitivo de ella es esa cualidad de cambiar tanto, como los objetos de la colección y su historia nos cuentan. 

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Esta cualidad camaleónica tal vez es más evidente en las piezas de Puebla (ya sea durante la Colonia o en la actualidad), pues los artesanos conjugan en la misma obra elementos orientales, europeos y elementos locales, además de la interpretación y apropiación de cada individuo. En mayor o menor medida, esta historia y combinación de temas y culturas, se encuentra en cada jarrón o mosaico; en cada uno de los cráneos de la parte contemporánea de la exhibición: ninguno de ellos es exactamente igual a otro; ni en el tamaños de las cuencas de los ojos, la apertura de las bocas, o el patrón de colores. Todos los cráneos son posibilidades. Foto: TaringaPUBLICIDAD

Lo mismo pasa con los mosaicos, cada uno pintado a mano, con una representación distinta, con márgenes y contornos ligeramente diferentes, aunque todos son la parte final del mismo proceso. Es imposible encontrarnos dos veces con el mismo patrón floreado en los jarrones. Más o menos evidente, la variable está ahí, y también está la constante.  

Es extraño pensar que todo esto se pueda condensar en una escultura, un mosaico o un jarrón. Sólo hay que buscar un poco la conexión para darse cuenta de que cada pieza cuenta la historia de todas las otras en la exhibición. Cada una es una línea y al mismo tiempo es la imagen completa.

Los cinco demonios: con paletas de colores diferentes, con los mismos rasgos, con los patrones diferentes, con las mismas proporciones, con la misma historia, con procesos diferentes. Se explican a sí mismos y también cuentan la historia y trayectoria de las otras figuras, formas y combinaciones que se cruzan frente a nosotros.

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