El proceso en puerta para elegir a quien presidirá la alcaldía de Cancún los próximos tres años será de trámite, de mero trámite, y ello no tanto por la calidad de la aspirante por Morena, sino por la casi ofensiva pequeñez de los demás candidatos. De manera literal, ni sumándolos a todos este partido tendría oposición real. La carencia de una clase política en Cancún –en realidad, en todo el Estado- salta a la vista.

Los que van en pos de la alcaldía de Cancún, incluida la postulada por Morena, quien ha de imponerse más por el “efecto” López Obrador que por la calidad de su militancia; los candidatos todos, pues, acusan tal pobreza de oficio político que el futuro de la ciudad es oscuro. Crece la inseguridad día a día y ninguno tiene idea de cómo enfrentarla; el crecimiento caótico de la ciudad salta a la vista y ninguno tiene idea alguna sobre urbanismo; en fin, que el horizonte no es claro.

No se suponga que el panorama sería diferente si los candidatos vetados por el tribunal electoral hubieran podido competir, pues uno sólo iba por una regiduría obrera en tanto que el otro, para participar de verdad, hubiese tenido que remontar las sombras de su paso por la Tesorería de Solidaridad en el aciago trienio de Filiberto Martínez y por la Gran Comisión de una XIV Legislatura servil hasta lo delictivo con el hoy preso Roberto Borge. No hubieran aportado luz alguna.

La poquedad de los candidatos que van por Cancún, urbe que representa más de la mitad del electorado estatal, nos da a su vez una imagen descarnada de la penuria de los propios partidos, de su militancia y su falta de ideología. Los partidos habituales como el PAN el PRI, el PRD y el partido Verde están en ruinas. No los abatirá Morena, pues fueron ellos mismos los que a golpes de corrupción e ineficiencia se derrumbaron.

Share.

About Author