El Minotauro
Nicolás Durán

El no avalar la prórroga de concesiones a las empresas camioneras de Cancún si antes no se realiza un estudio serio de su eficiencia y calidad, fue sin duda un acierto del congreso estatal. Con ello no sólo invalidó el turbio dictamen del pasado gobierno municipal, sino también facultó a Mara Lezama, la nueva alcaldesa de la ciudad, para tratar sin trabas con los empresarios del ramo, un gang que recuerda a del Chicago de los años 20s.

El gobierno de Remberto Estrada, poco antes del fin de su administración y apurando el tiempo de revisión de las concesiones, autorizó la prórroga en diez años de los permisos de operación de las líneas Autocar, Turicun y Maya Caribe, con base en un análisis muy lejano de la realidad que día a día encara el usuario de este caótico sistema de transporte. El congreso calificó al análisis de “hecho al vapor”, pero llamarle análisis ya es excesivo.

Llamar mafioso al gang empresarial que por décadas ha tenido bajo su yugo al transporte de Cancún no es, ni por asomo, excesivo. Por dádiva la mayoría de las veces o presión en otras, los camioneros han impuesto tarifas de pasaje, trazado rutas que no cubren el área urbana y, por saturación de autobuses, complicado la ya de por sí difícil circulación vehicular. Bien poco es lo que debe la ciudad a esta pandilla crecida al amparo del poder.

El trabajo que espera a la alcaldesa Mara Lezama y a su cabildo no es menor. La mafia transportista se querrá imponer por cualquier vía, legal o no. Lidiar con la hidra no será fácil, pero cuenta con el aval legislativo y la Ley de Movilidad Estatal. Además le asiste el poder de la razón: Cancún tiene uno de los peores sistemas de transporte del país y, de remate, uno de los más caros. Esto debe cambiar.

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