El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
Pese a lo que pudiera creerse, para la oposición no es el Movimiento de Regeneración Nacional el rival a vencer en el proceso electoral venidero, sino que su adversario principal está dentro de sus propias filas, y el fenómeno salta a la vista en Quintana Roo. Dicho de otra manera, el peor enemigo de la oposición es la propia oposición, aunque, claro, la anomalía no es privativa del Estado.
En el estadio nacional, para beneplácito del partido del presidente López Obrador, fulgen las declaraciones de Marko Cortez, el líder de Acción Nacional, en el sentido de que daba por perdidos para su partido las elecciones en cinco de los seis estados en disputa, lo que incluso le valió un ácida censura del gobernador Carlos Joaquín, quien llegara al poder por la coalición del PAN y el PRD.
A su vez, el PRD, en voz de su cacique Jesús Zambrano, no desafina en el coro de zafios en que ha devenido la oposición; él ha acuñado frases notables como aquella de que su partido puede ganar los gobiernos de los seis estados donde este año habrá elecciones, cuando lo que quería decir que están en riesgo de perder el registro en tales estados, es decir, de que les cierren la tienda.
En el ámbito local, pronto tendrán que registrarse ante el instituto electoral estatal las coaliciones que lidiarán en el proceso. Por Morena y sus aliados, no se esperan sorpresas, pero la oposición puede darlas: el PAN podría ir sólo, al igual que el PRD si negocia la suma de algún candidato externo, que pudiera ser Roberto Palazuelos, una suerte de extraña vedette en busca de escenarios.
El pugilato entre el PAN y el PRD es evidente, y eso que van por un segundo lugar, que si en realidad fueran por el gobierno estatal, el duelo sería encarnizado. Desde luego que esto allana el camino de Morena, un partido que, por otra parte, podría ir sin aliados y ganar. Lo dicho: el peor enemigo de la oposición es la propia oposición.