Hace un par de días, en una plaza comercial próxima a la periferia de Cancún, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, el DIF, y una cadena de salas de cine decidieron adelantar la fiesta del Día del Niño regalando la entrada y algunos dulces a unos 300 infantes de la zona maya de Nuevo Valladolid, Leona Vicario y Cuna Maya. Para muchos fue la primera ida al cine y su primera visita a la ciudad turística.

Todos contentos: la empresa porque pudo apuntalar su maltrecha imagen pública, ajada por el escándalo de la ceguera de algunos ancianos; el DIF porque bien que mal celebró a los niños, faltaba más y, claro, los propios menores por ser los agasajados. Además, todo ello adobado con fotografías de los sonrientes infantes en la sala de cine en los periódicos locales. Dijérase que fue un alegre festival de las buenas conciencias.

Empero, estas mismas fotografías son vitrina de la brutal pobreza de la zona maya del Estado, donde ir al cine es derroche y viajar a Cancún sin apoyo oficial es un disparate. Según el Informe de Pobreza de Quintana Roo, el cuarenta por cien de la población está en la miseria y el siete por ciento en pobreza extrema; de tal cifra el 60 por ciento está en las áreas rurales. Sin ambages, casi la mitad de la población está en la pobreza.

Sin menoscabo a los afanes del gobierno estatal o de los comunas por intentar abatir la pobreza o los que se realicen en otros estados, resulta evidente que los resultados han sido, a su vez, miserables. El del país es un problema de estructuras políticas y en el corto plazo, de seguir así, no habrá maquillaje que oculte el rostro de una sociedad cada vez más empobrecida. La ida al cine fue de los niños fue, en realidad, escaparate y festival de la pobreza maya.

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