El Minotauro.
Nicolás Durán.
Si bien el panorama electoral de Cancún no tiene aún un perfil definido del todo, tan sólo por los actores ya en lucha por la alcaldía no se puede augurar a la ciudad un futuro espléndido. El comentario no es pesimista, no, sino que peca de objetividad terrible. Hasta ahora ninguno de los candidatos ha planteado siquiera una propuesta que supere lo obvio o que nos permita como ciudadanos suponer que tiene algún tipo de proyecto de gobierno.
Se advierte que comprar un helicóptero artillado de segunda mano para intentar abatir al crimen, rellenar baches, jugar al ajedrecista solitario, mojarse los pies en calles anegadas por la lluvia o pastorear sindicatos no son propuestas de gobierno. Cierto es que los aspirantes no brillan por su currículo, que quizá les dijeran que la experiencia no era necesaria para el cargo, pero pese a ello aún hay formulas que deben respetarse, que el oficio político tiene lo suyo.
De la futilidad de nuestra democracia da cuenta el que sea casi obligatoria la declaración “tres de tres”, es decir la exposición de un rol de bienes con los que de manera elíptica el candidato avisa su intensión no robar fondos públicos de llegar a alcalde; es como una suerte de voto adelantado de moralidad. Muy pobre es una democracia como la nuestra que en la busca del voto tiene que defender a ultranza la pretendida honradez de sus participantes.
En un lance de humor involuntario, hay quienes ya retaron a un debate entre los que buscan la alcaldía como si tuvieran materia qué discutir, que exhibir las lacras de la ciudad y decir que se precisa superarlas no es proyecto, sino obviedad. Buscan el aparato mediático al estilo “Bronco”, es decir con pocas ideas y muchos destellos jocosos, como si fueran a ganar la risa del elector en lugar de por su voto.
A unos pocos días de la jornada electiva, el panorama electoral de Cancún es de una pobreza sombría.
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