(Fragmento de novela)
Yahir Yesid Contrera

“Lo llevaron a una casa en las afueras de la ciudad, hacia el norte, en el poblado de Calderitas. Vendado con cinta canela, esposado y con los pies atados fuertemente con un lazo grueso de color amarillo, de esos que usan los pescadores para amarrar sus lanchas al muelle. Guardó esperanzas de que lo condujeran a la casa cercana al aeropuerto, pero pronto concluyó que iban en dirección contraria. Su nuevo ámbito, quizás el último de su vida, era un clóset sin puertas, una colchoneta maloliente, una angustia parecida a la agonía. A altas horas de esa misma noche, sus captores lo entrevistaron para grabar un video.

Sólo le quitaron la venda, lo sentaron en una silla a oscuras. Cuando inició la grabación, una lámpara de luz fuerte, adecuada para filmar, le iluminó el rostro. No podía distinguir a los hombres que lo rodeaban. Estaban armados, porque sus siluetas dejaban ver destellos de uno que otro cuerno de chivo. Le preguntaron su nombre y si trabajaba para inteligencia de la Armada. Dos o tres minutos duró el interrogatorio filmado. Tras cada pregunta, recibía golpes y varias veces debió repetir su alocución forzada cuando la respuesta no satisfacía al interrogador. Por último, lo inquirieron sobre su participación en el secuestro del “Jefe”.

Sabemos que cobró una buena lana, cabrón, pero no podemos dejar cabos sueltos ni deudas por cobrar. Ante semejante argumento guardó silencio, sin quebrarse por los golpes que le propinaron, una vez que el camarógrafo apagó el aparato y la lámpara. Quizás la única opción quedó abierta. Se atrevió a plantearles un pago. Tengo mis ahorros y los puedo compartir. Una nueva andanada de golpes lo hizo callar. “Aquí no se trata de feria, hijo de la chingada. La factura que nos debe es la información que recogió. El patrón dice que usted es un peligro ambulante para el cártel. Y ya sabe cómo borramos nosotros estas chingaderas. Lo único que nos falta es recibir la orden del tratamiento especial que debemos darle al final de su vida. Así es que, si sabe rezar, récele a la Santa Muerte.”

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