Rafael Carralero
No siempre talento y consagración coinciden felizmente en un artista, pero cuando ocurre el resultado es garantía. Ninguna acción humana requiere tanto la unión de estas características como la creación artística y literaria, que es lo mismo, aunque me veo forzado a hacer la distinción, por aquello de la costumbre de hacer la separación. Un creador, cualquiera que sea su especialidad artística, necesita talento, pero si éste es acompañado por la consagración, estamos entonces frente a una potencialidad cuyo vuelo está garantizado.
Dhante Loyola cuenta con ambas condiciones. Vehemente como pocos, este pintor, todavía joven, le ha faltado un solo ingrediente necesario para estar en las alturas: la suerte. Este factor que muchos ignoran resulta crucial para los creadores, por eso es común escuchar entre nosotros la frase lapidaria: talento y fama pocas veces coinciden. Dhante es un artista cuya consagración y virtudes creativas lo hacen acreedor de una obra extensa, que forma parte de muchas colecciones y engalana paredes por todas partes, pero le ha faltado un poco de suerte y cierta capacidad de autopromoción como nos ocurre a muchos. Por eso, tal vez, su nombre no pulula en los medios de comunicación, en las revistas de curiosidades y en las exhibiciones comerciales.
Este hombre cuenta con decenas de exposiciones en lugares importantes de México y el extranjero, ha estado presente en grandes eventos internacionales como puede ser la Fiesta del Fuego, digamos. Ha sido protagonista y organizador de acciones plásticas por todas partes. Lo más importante, sin embargo, es que tiene una obra amplia, hermosa, que hace mucho tiempo pasó por lo experimental para consolidarse como estilo propio. Adueñado de ese estilo, Dhante se mueve entre lo figurativo y lo abstracto. La mujer es tema recurrente. El desnudo, que ha sido motivo a lo largo de los siglos, es trabajado por este artista con peculiar acierto, con verdadero encanto, un desnudo estético, lleno de ternura, donde lo erótico aflora, pero se trata de un erotismo y una sensualidad concebidos desde una óptica estética de magnitudes y una sensibilidad que engrandece el asunto tratado.
Otras de las virtudes de la obra de este artista son el dominio del color, la línea, las proporciones, la perfección con que los cuerpos son concebidos. Todo esto se concreta en armonía, que ha sido uno de los valores y propósitos estéticos de los grandes de todos los tiempos. La mesura, el cuidado en las pinceladas, el juego de los contrastes, la búsqueda de una metáfora que nunca se aleja de esa ternura peculiar y de una propuesta que a ratos pareciera lúdica, provocadora, insinuante y, al mismo tiempo, contundente, son parte de la magia creativa de este pintor humano, imaginativo y sencillo. Quienes hemos seguido a Dhante somos testigos de una obra que trasciende y se finca en la mejor herencia de la plástica de todos los tiempos.
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