> KARLA PEREGRINA OROPEZA

Directora de Acceso Universal al Conocimiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

Durante décadas, los mexicanos interesados en el tema creímos que la ciencia, la tecnología y la innovación avanzaban a paso muy lento, pero seguro. Sin embargo, la llegada de la Cuarta Transformación al poder ha puesto en evidencia que esa creencia era sólo uno de tantos espejismos sostenidos por narrativas a modo para sostener un status quo, más comprometido con intereses privados que con el bien público.

Desde inicios de su gestión, María Elena Álvarez-Buylla Roces, Premio Nacional de Ciencias y actual directora del CONACYT, ha subrayado que, en los últimos años, prácticamente la mitad de los recursos del ramo 38 —correspondientes al presupuesto— fueron dirigidos a la iniciativa privada (IP).

Los programas del consejo, que hacían posible esta transferencia de recursos a la IP, estaban dirigidos (supuestamente) a incentivar la innovación. Sin embargo, esas transferencias de recursos no se tradujeron en cambios significativos en los indicadores de innovación. De hecho, durante el sexenio pasado, México escaló siete sitios (del lugar 63 al 56) en gasto para la innovación, no obstante, al mismo tiempo, el país perdía 16 lugares en eficiencia, cambiando del lugar 56 al 72.

Durante ese periodo, el presupuesto destinado a ciencia básica fue severamente castigado, de modo que una gran cantidad de proyectos de investigación competitivos, con evaluaciones satisfactorias, no recibieron recursos. Es decir, mientras que el CONACYT transfería el 48 por ciento de sus recursos a la iniciativa privada, los laboratorios, institutos, centros de investigación, etcétera, simplemente se quedaron sin recursos para poder desarrollar sus proyectos de investigación. Durante esta administración, se ha dado atención presupuestal a muchos de esos proyectos que, aun siendo aprobados, no contaron con recursos para su abordaje.

Otro drama histórico de la ciencia mexicana es la famosa “fuga de talentos”. En la actualidad, hay alrededor de 30 mil científicos en el extranjero, prácticamente la misma cantidad de integrantes con que cuenta el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Esto quiere decir que, durante décadas, el CONACYT se ha dedicado a financiar la formación de investigadores/as mexicanos/ as, principalmente en el extranjero, y prácticamente les ha catapultado para quedarse allá, a falta de una política clara de servicio y resolución de los graves problemas que afectan a la nación. Uno de los resultados de las políticas neoliberales, más enfocadas en la formación de especialistas que en asegurarles un sitio desde donde puedan incidir en su propio país.

EL CONACYT DE LA 4T

Este nuevo régimen ha puesto el énfasis en la recuperación del apoyo a la ciencia en México, en el reconocimiento de que el desarrollo científico del país es fundamental para nuestra soberanía y desarrollo económico con bienestar social y cuidado ambiental. Mediante una política nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (HCTI), se recupera la rectoría del Estado en favor del bien común, por encima de intereses privados.

Para lograr esto, se han establecido cinco ejes principales: (1) Apoyo a las comunidades científicas: mediante el otorgamiento de becas para estudiantes y científicas/os mexicanas/os, con énfasis en grupos históricamente subrepresentados en este ámbito (mujeres madres jefas de familia; para estancias posdoctorales para mujeres indígenas en CyT, Ingeniería y Matemáticas; y para estudiantes con discapacidad).

(2) Recuperación del apoyo público a la ciencia en universidades y centros públicos de investigación.

(3) Programas Nacionales Estratégicos (PRONACES), integrados por Proyectos Nacionales de Investigación e Incidencia: en salud, agua, educación, seguridad humana, soberanía alimentaria, agentes tóxicos y procesos contaminantes, energía y cambio climático, sistemas socioecológicos, vivienda y cultura, con los que se organizan los esfuerzos de investigación en torno a problemáticas nacionales concretas que, por su importancia y gravedad, requieren de una atención urgente y de una solución integral, profunda y amplia. Parten del planteamiento del problema a la articulación de capacidades científico-técnicas y la colaboración con actores sociales, del sector público o privado, para establecer metas de corto (un año), mediano (tres años) o largo plazo (cinco-seis años) que conduzcan a la solución del problema en cuestión.

(4) Política de Estado para una verdadera innovación. El Programa Estratégico Nacional de Tecnología e Innovación Abierta (PENTA), cuya finalidad es generar valor sustentable para México, mediante la ciencia, la tecnología y la innovación, y la participación de las NaMiPyMEs nacionales, que se involucren en la solución a los problemas prioritarios y generen oportunidades laborales sostenibles.

El modelo de la Pentahélice articula al gobierno, la academia, la empresa, la sociedad y el medio ambiente, en la búsqueda de soluciones de problemas nacionales.

(5) Programa nacional de amplia difusión de las HCTI y acceso universal a los beneficios de la ciencia.

La generación del ecosistema de Acceso Universal al Conocimiento (AUC) encuentra sustento en el impulso a la formación de comunidades de conocimiento conformadas por una red de 32 jardines etnobiológicos (uno por cada estado) para la difusión de conocimiento y apoyo a proyectos con comunidades indígenas; por la Red de Espacios de Acceso Universal al Conocimiento a Través del Arte y, eventualmente, por la Red de Facilitadores/ as de AUC que, articulados entre sí, crearán sinergias que potencien sus capacidades a nivel nacional con incidencia local, con principios de austeridad republicana y eficiencia administrativa. Asimismo, se ha establecido un convenio con Academia Mexicana de Ciencias para articular esfuerzos de academias y sociedades científicas y lograr un mayor beneficio social en el desarrollo de vocaciones científicas, con dispendios menores a los observados en gestiones anteriores.

LA FUERZA DE LA CIENCIA

Llama, por tanto, la atención, la andanada de descalificaciones contra un modelo que a todas luces pone el presupuesto del ramo 38 al servicio de la resolución de los grandes problemas de la nación; sin embargo, esto se explica fácilmente, si tomamos en cuenta que los principales portavoces en temas de CyT reconocidos durante décadas fueron justamente quienes se beneficiaron del sistema que ya describimos, donde se privilegiaban los intereses privados por encima de los intereses comunes y donde una élite tecnócrata manejaba el destino de la investigación científica, tecnológica y de innovación, lejos del interés de resolver los niveles de desigualdad, marginación y deterioro ambiental que han dejado todos los años de neoliberalismo en México.

En contraparte, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) tiene la certeza de que es preciso poner al servicio del Estado y de la ciudadanía todas las capacidades que tiene el país para afrontar los retos de la nación, incluyendo, por supuesto, las científicas, tecnológicas y de innovación

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