El Minotauro

Nicolás Durán de la Sierra

Las últimas semanas sí que han resultado difíciles para Francisco López Mena, rector de la universidad estatal, pues no sólo está en riesgo su posible reelección en el cargo, sino también la estabilidad de la institución. A la abierta oposición de estudiantes y docentes al cierre de cuatro carreras, se añaden maltrato a maestros y de remate, el grave deterioro de su calidad académica.

Para quienes gustan de términos meteorológicos, lo que vive el rector es nada menos que una tormenta perfecta, la primera de la casa de estudios en su vida autónoma,  y como tempestad de este tipo, puede ponerse peor, ya que, en lo básico, enfrenta dos visiones contrapuestas de la función de una universidad: una es de tipo social y la otra de sesgo empresarial.

Uno de los escollos más peligrosos en estas aguas es el cierre, por razones económicas –los alumnos no son suficientes, dicen- de las carreras de Gobierno y Gestión Pública, Relaciones Internacionales, Seguridad Pública, y Antropología, en tanto que la otra parte afirma que no hay análisis que avale tal posición y que sólo se trata de la postura de un empresario metido a rector, dicen.

El otro escollo, no menor, es la oposición de la mayoría de los docentes a un nuevo Reglamento del Personal Académico al que tildan no solo de injusto, sino hasta de contradictorio y malhecho. El plan del rector López Mena es propio de una fábrica, no que una universidad. “Se antoja hasta difícil de creer que haya sido maestro”, se subrayó en una de las marchas de protesta.

Para López Mena, exsecretario de gobierno en el sexenio pasado, el panorama es muy oscuro pues además viene sazonado con la caída del reconocimiento del 30% de sus carreras, su virtual salida del Programa Nacional de Posgrado y hasta con el deterioro físico de la propia universidad. Como se dijo: una tormenta perfecta… y lo malo para él, es que su rectoría hace agua.

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