Nicolás Durán de la Sierra.

Hasta donde van las cosas, es posible que el proceso electoral que se realice en Cancún se vea enriquecido o enturbiado, según se vea, con la consulta en torno al acceso a la ciudad del servicio de Uber, el tan loado como denostado sistema electrónico de taxis para la clase pudiente, ya que la suerte de este servicio tiene muy sin cuidado al grueso de la población de la urbe turística, muy ocupada en sobrevivir.

Enriquecida o enturbiada, se dijo, pues si para unos este ejercicio recién desempolvado de los archivos del congreso permite usar casi sin costo la estructura del proceso electoral para realizar la consulta y con ello se ahorran millones de pesos, para otros, empero, la consulta complica la ya difícil jornada pues es posible que los dueños de las placas no se queden de brazos cruzados. No se oponen a la consulta, sino a la fecha.

De realizarse la consulta, es probable que el voto sea a favor de Uber, con lo que el gobierno tendrá el aval ciudadano para abrir la puerta al servicio, lo que bien pudiera hacer sin mediar la consulta; se trata, pues,  de un baño popular para una decisión tomada. Los opositores no son los trabajadores del volante, pues otra opción laboral les va bien, sino los dueños de las placas, las que les diera el gobierno para ganar su apoyo, vaya con la ironía, en tiempos electorales.

Vociferan los dirigentes taxistas que van a defender el patrimonio de sus familias, que el gobierno estatal es un ladrón que roba el futuro de sus hijos y claman disque justicia, pero Uber no implica la cancelación de las concesiones, sino sólo el muy saludable final del monopolio de este servicio, lo que redunda en un obvio beneficio para todos. Con indignación estéril, creían que el solo sólo salía para ellos.

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