> CLAUDIA SHEINBAUM

Jefa de Gobierno de la Ciudad de México

Fui a ver a Elena a su casa, hace unos meses, y le pregunté: ¿qué desearías que hiciéramos el día de tu cumpleaños? Me contestó, con la virtud y nobleza que la caracterizan: “Si vamos a hacer algo, hablemos de las protagonistas de mis crónicas, de mis libros.” Así, inevitablemente hablemos primero de La noche de Tlatelolco, que es una crónica, un mosaico de voces que hilan y van construyendo el movimiento estudiantil y la cruel matanza del dos de octubre de 1968. El libro, publicado en 1971, va más allá de las voces que, con crudeza, muestran el genocidio ordenado desde la cúpula del poder. Con La noche de Tlatelolco, Elena se convirtió en un símbolo, ella tomó partido del lado de los estudiantes, de forma valiente y decidida. En las historias que ha ido contando, con su maravillosa y franca pluma, nos ha ido mostrando desde Hasta no verte Jesús mío, con Jesusa Palancares, historias de mujeres insurrectas que, con su grandeza, entereza, convicción, arte, lucha y vida cotidiana, han ido construyendo el México que no se contaba: el de las mujeres. Son otros libros suyos Querido Diego, te abraza Quiela; Tinísima; Leonora; Fuerte es el silencio, donde se relata la lucha de doña Rosario y las madres de los desaparecidos de la guerra sucia. Elena dio voz a Evangelina Corona y a las costureras de 1985. Dice Elena, en una entrevista en 2018, que le hace W Magazine, con su claridad que traspasa siempre lo políticamente correcto: “Las mujeres no eran consideradas ciudadanas, ni siquiera almohadas, son colchones.” En Las indómitas, cuenta historias de mujeres, pero más allá de eso hace un manifiesto con su crónica de la lucha permanente por darle a la mujer el lugar que le corresponde, por abrir los ojos a la sociedad, la injusticia para con las trabajadoras del hogar y a quienes abrieron brecha en la lucha feminista en México.

Elena Poniatowska es periodista, escritora, activista comprometida con la sociedad, con las causas nobles y justas del pueblo de México, y así como ha dado voz a las mujeres, también lo hizo con movimientos sociales, tomando partido sin titubeos. Estuvo en los momentos más difíciles, con su presencia, con su aplomo y su gallardía en el movimiento al que pertenecemos. Ahí en el Zócalo, en el Zócalo lleno, junto a Monsiváis y muchos otros, dio testimonio del fraude electoral. Nunca dudó, jamás; eso sí, siempre franca, como debe ser. Cuando era yo niña, en casa se hablaba de Elena Poniatowska. Leí La noche de Tlatelolco a los 14 años; no tuve oportunidad de conocer personalmente a Elena hasta mucho después, pero la primera vez que estuvimos juntas, con algunas otras personas, me enamoré de su sencillez y también de su humor; si estás con Elena, siempre pasarás un momento verdaderamente divertido y te sorprenderás con sus comentarios sagaces. Así que, Elena, es inevitable que hablemos de ti, aunque no lo quieras, hoy día de tu cumpleaños, porque te queremos demasiado, porque no te rindes; pero no sólo eso, le has dado voz, sin titubeos, a muchos y muchas protagonistas de las luchas sociales que han forjado nuestra patria y que nos han llevado al lugar donde estamos y donde seguimos luchando con esperanza. Te queremos porque eres un símbolo, Elena, para todas nosotras, para todos nosotros; porque nos has dado voz, porque has hablado de nosotras desde hace décadas, por reivindicar la lucha de las mujeres, de las causas más nobles, por no titubear nunca, por tu franqueza y por tus decenas de libros…

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