Rodrigo Tello Peón
Si un grupo de individuos se organiza para vivir de forma comunitaria y formar así una sociedad que luego ha de devenir en Nación, en el terreno ideal de ello no se infiere que éstos pierdan su individualidad, sino al contrario que la suma de sus particularidades contribuye al progreso de todos.
Es decir que ideas de derecha, de izquierda, de centro o de lo que fueren pueden amalgamarse para lograr un mejor futuro común; es tanto como decir -válgase la metáfora-, que un hombre blanco, uno negro, uno amarillo, otro alto y otro bajo se pueden unir a pesar de sus obvias diferencias para cumplir un objetivo común, un objetivo que beneficie a todos.
¿Entonces cuál es el escándalo por una posible alianza entre el PAN y el PRD? Tendríamos que estar a su favor e incluso soñar que pudiera darse una alianza entre todos los partidos.
De hecho tal alianza la deberíamos ya de ver en las cámaras de diputados y senadores, donde los representantes de todos los mexicanos debieran estar ocupados en legislar para el bien de la Nación por entero.
Es así de fácil y sencillo, como lo es el caminar o respirar para un cuerpo sano.
El problema es que nuestro cuerpo político esta enfermo por completo. El problema es que hoy por hoy los partidos políticos no están conformados por ciudadanos con una visión de Nación, por ciudadanos que puedan ofertar a la comunidad opciones para un real desarrollo y bienestar colectivo.
Los partidos son entidades del Estado -entre todos las financiamos- que han sido literalmente secuestradas por pequeños grupos de poder (más pequeños de lo que muchos se imaginan) que controlan de manera absoluta –absoluta- la vida política del país, a grado tal que no el que quiera puede entrar a la estructura de un partido, ya que estos son círculos herméticos con candados legales que impiden a un ciudadano libre participar en política si no es a través de ellos.
En nuestro país, la lucha entre partidos no es una lucha de propuestas para organizar a la Nación hacia su desarrollo positivo; aquí la lucha entre partidos en realidad es una lucha entre grupos de poder que se llevan a la ciudadanía literalmente entre las patas.
Si el poder es el único y real objetivo de esta lucha entre partidos ¿cómo se podría dar así como una alianza ética, una alianza que busque los intereses sublimes de la Nación?
No debemos extrañarnos de la tal alianza, pues no es en realidad una rareza, que nuestra Historia nos da ejemplos varios. Debemos, eso sí, considerarla como lo que es: una coalición de unos mafiosos contra otros mafiosos, que como siempre, nos pretenderán utilizar en el proceso electoral.
La maniobra se antoja sencilla: la mafia comandada por Carlos Salinas de Gortari ha destacado con su candidato Enrique Peña Nieto y movilizó al PAN y al PRD en su contra, incluidos algunos ex socios del ex presidente. Sin embargo, el poder político se ha diversificado y fragmentado a tal grado que, sin duda, habremos de ver a culebras engullendo su propia cola. Los grupos de poder no saben con exactitud hasta donde llegan los intereses de sus propios subgrupos.
Claro ejemplo lo tenemos en Quintana Roo, donde ya no se sabe dónde termina el PRI y donde comienzan los otros partidos. Es más, en muchos casos ya no se sabe quién es hermano de quién, ni quién es el padre de quién. Creo que el meollo del asunto estriba en que nada es lo que parece y mucho menos lo que dice ser.
En el contexto estatal, la tal alianza es mucho más que una alianza, es una descarada unión de intereses, pues una coalición implicaría la suma de entes diferentes y aquí todos los entes son iguales. Más que de una alianza se trata de una unión, una unión de iguales que simplemente se refuerzan entre sí.
Empero, algo bueno salió de esta mascarada: estos cínicos siquiera ya dijeron fuera mascaras y ahora se presentan como lo que son prostitutos y prostitutas del poder. No debemos creerles, ni aún a los que salen a darse golpes de pecho pues todos ellos lo hacen por algún interés propio, por más que viertan lágrimas de cocodrilo.
¿Alguien acaso puede creer a Diego Fernández de Cevallos cuando dice “que asco, que dirían los fundadores del PAN al ver esta alianza”?… Que asco sí, pero incluida su propia actuación, pues su fingida repulsión se origina en que la tal alianza no le conviene a su muy querido socio Carlos Salinas de Gortari, o la tan sonada renuncia del secretario de Gobernación al PAN en apariencia por un coherente rechazo a tan absurda alianza, cuando en realidad se debe a otras razones, como la promesa a los priístas de no hacer alianza por parte del PAN con el PRD a cambio del apoyo del PRI en las cámaras legislativas.
Con sólo esto, se vuelve más inmoral la propia alianza ya que reconoce abiertamente que las leyes no son el resultado del consenso de los partidos políticos en la búsqueda del bien común, sino la consecuencia de arreglos clandestinos que convienen únicamente a los intereses de grupos políticos.
En Política, como se dice coloquialmente, hasta él más chimuelo masca vidrio y que no se nos olvide que en el ámbito local sucede lo mismo, aunque claro está, a otro nivel, mucho, pero mucho más bajo.
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