Nicolás Durán de la Sierra

Con inusual discreción, más como si se tratase de una obligación que de un proyecto propio, en días pasados Cristina Torres, la secretaria de Gobierno, presentó al Comité de Planeación Estratégica para el Desarrollo Sostenible de Quintana Roo para los próximos 25 años, algo así como un Plan 24-49 en lo que se refiere, en lo básico, al crecimiento de nuestras ciudades.

En la presentación de dicho plan estuvieron presentes líderes de diversas cámaras privadas y notables de la sociedad civil, pues según Gino Segura, titular aún de la Secretaría de Finanzas, se trata de tomar en cuenta, ahora sí, las opiniones de los ciudadanos en general y “no de ciertos grupos en particular”, de seguro al hacer referencia a los planes similares anteriores.

Claro está que se debe aplaudir la creación de un plan de desarrollo de tal naturaleza, necesario para regular en lo posible el crecimiento del Estado y sus ciudades, y digo en lo posible pues la falta de este por más de diez años permitió de facto severos daños al ambiente y en este rubo salta Cancún, urbe próxima a una gran crisis sustentable, por ser generosos.

Como un ejemplo de la falta de sustentabilidad destaca el aplazado problema de la disposición de la basura. La crisis estallará de nuevo una vez que concluya la “vida” útil de la celda de emergencia del basurero público, sin que hasta el momento se cuente con otra área para tal finalidad, y el problema es grave porque la ciudad no dispone de reservas adecuadas para ello.

Esta es sólo una de las caras del gigantismo de Cancún, de la carencia de una planeación urbana que se respete -por trienios los planes de desarrollo han ido y venido-; de un programa que regule ya no digamos el volumen hotelero, sino hasta de las áreas suburbanas invadidas, con sus necesidades unos y otras de agua potable, de drenaje, de electricidad y de otros servicios básicos.

Muy buena es, reitero, la creación del Plan 24-49 y más lo será si a los municipios se les obliga a acatarlos, lo que evitará que la revisión de los planes locales de desarrollo devenga en un festín para las inmobiliarias en los que la única intervención de la sociedad civil sólo sea para ampararse contra las comunas, como el caso reciente del Pok Ta Pok y el Municipio Benito Juárez.

Cancún aun está a tiempo de regular su futuro.

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