Nicolás Durán de la Sierra
Desde hace unos meses, tras de que los medios masivos difundieran las voces ‘Fifí’ y ‘Chairo’, críticos de buena fe y maliciosos que nunca faltan, se valieron del uso de tales vocablos para acusar al nuevo gobierno de separar a la sociedad, como si esta, en su conjunto de casi 125 millones de mexicanos, fuera ejemplo de unidad y sobre todo, de extendida tolerancia. Tan buenos que somos.
Aunque nos pese, y habrá quien lo niegue, la mexicana es una sociedad discriminatoria, además de racista. Se trata de una generalización, sí, mas ello no mengua la patología. El informe del 2018 del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación ilustra bien el fenómeno: el 70 por ciento de la población del país sufrió algún modo de menoscabo y la mayoría por el color de su piel.
La directriz del análisis, según avances del 2019, sigue igual si no es que con el reporte de este año supera las cifras del 2018. Los negros van al frente de la lista de sujetos del racismo, apenas adelante de los indígenas. Los ámbitos donde tiene mayor presencia la segregación son el laboral –“es un trabajo de negros”, por ejemplo- seguido por el educativo y el médico.
En el informe asienta que en el restante 30 por ciento del segmento, donde van los no discriminados, está la franja de los ricos y donde la piel no tiene relevancia, si bien en el rol de los ricos solo hay blancos. Empero, el citado Consejo indica que no sólo los ricos discriminan, sino que lo hace todo aquel que se crea superior a los demás sin importar su estatus económica.
En este contexto, resulta por demás grave que, según la última medición economía del país, tan solo una quinta parte de nuestra sociedad no es pobre ni tiene penurias, mientras que el resto arrastra graves rezagos. En este grupo, que incluye al 80 por ciento de los mexicanos, el 30 por ciento vive en la miseria, o mejor, sobrevive en la miseria… Usted es Chairo o Fifí…
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